Soy miope. Las gafas amarillas no son un adorno, sino un instrumento que me permite ver de lejos y, dependiendo de las gafas, permitirte a ti también, verme de lejos. Al ser miope, y sin entrar en especificaciones optométricas, si me quito las gafas veo perfectamente de cerca. Durante un tiempo, a esta tierna edad, a mis amigas no miopes les pasaba lo contrario. No necesitaban gafas para ver de lejos, pero sí para ver de cerca. Algunas se han resistido durante un tiempo, poniéndose en un restaurante la tarjeta del menú tan lejos como les alcanzaba el brazo para poder leer las diferentes opciones culinarias del día. Hasta que poco a poco, llega la aceptación de una realidad aplastante: querida, ponte las gafas, que el brazo no te va a crecer más.

Pues ahora me encuentro en un estado de transición. Os cuento: al escribir en el ordenador, si llevo las gafas puestas, me tengo que apartar un poco más de la pantalla para ver más claro. Si me las quito, tengo casi que empotrar la cara a la pantalla para ver mejor. En fin, un trajín, con acento en la i.

La intención de este blog es unir a todas las personas del universo que crean en la bondad.

Hacer el bien, sienta bien.

Te veoooooo.

Un abrazo inmenso, como tú,

Luisa