El otro día estaba en medio de una conversación con protagonistas de nombres muy conocidos: la Sra. Honestidad, la Sra. Fuerza, la Sra. Sinceridad, la Sra. Bondad, la Sra. Humildad y el Sr. Poder. Me hizo mucha ilusión escucharles hablar de Constelación de Mujeres. El tema que debatían era la inclusión sobre una conocida común, la Sra. Sinvergüenza.

La Sra. Honestidad expresaba, que después de valorarlo con esmero, pensaba que incluirla no sería una decisión adecuada. Había escuchado que en otras ocasiones se le había dado una oportunidad y siempre acababa haciendo alguna travesura o cometiendo alguna imprudencia que alteraba la comunidad.

La Sra. Fuerza dijo con templanza. Pues no cometamos el mismo error, sabiendo de antemano que causa problemas, seamos sensatos y tomemos la decisión que convenga al grupo.

La Sra. Sinceridad comentó con respeto. Aunque me sabe mal no darle una oportunidad, lo cierto es que los hechos, son los hechos. Y ceder, sería revivir «la crónica de un desastre anunciado».

El Sr. Poder dijo: ¡decidido! No se hable más. ¡La decisión está tomada!

La Sra. Bondad esperó su turno y en tono afectuoso sugirió: sé que racionalmente tenéis razón, pero ¿por qué no le damos un voto de confianza? Observemos de cerca sus actos, y si cumple con sus responsabilidades y sigue las normas, igual puede integrarse y reconducir su pasado.

La Sra. Humildad, que había estado escuchando prudentemente, les dijo. ¿Alguien se ha tomado la molestia de preguntarle si ella está interesada en ser parte de este grupo? Invitémosla y escuchemos lo que tenga que decir.

Y así lo hicieron…

Cuando la Sra. Sinvergüenza entró en la sala, todos quedaron prendados de su sonrisa. Se quitó la capa y se mostró al natural. Hola, dijo, gracias por darme la oportunidad de estar aquí. Hacía tiempo que quería asistir a una de vuestras reuniones, pero he estado implicada en diferentes proyectos multinacionales «al desnudo». Ahora voy a estar un tiempo por esta zona y me encantaría integrarme en vuestras actividades. Pero antes de continuar hablando, os quería aclarar mi nombre. No me llamo «Sinvergüenza», sino «Sin vergüenza». Creo que mis tatarabuelos eran muy buenos amigos de los vuestros. Y como agradecimiento a la oportunidad de compartir y aprender junto a vosotras, hoy al café, ¡invito yo!

Y vosotras querida Constelación, ¿con quién os identificáis más?

Un abrazo, sin vergüenza,

 

Luisa