Todo empezó hace unos meses en medio de una conversación informal con Carlos S. Sabía que en la ciudad donde vivimos se iba a correr la Media Maratón y estuvimos hablando y contemplando, desde el optimismo de los planes a largo plazo, la posibilidad de organizar un grupo para correr juntos. ¡Me emocioné con la idea! ¡Yo, que podríamos decir que no he corrido en la vida!

Unos días más tarde, Tino y Carlos M. también se animaron a ser parte del plan. ¡Genial! Ya estábamos creando un equipo. Y poco a poco, alcanzamos la meta, ¡consiguiendo crear un magnífico grupo… de WhatsApp!

Por diferentes circunstancias, dos personas nos registramos para la Media Maratón, y varios, incluidos niños, para la 5k. Todos recibieron la medalla al final de la etapa. ¡Felicidades, especialmente a los más jóvenes!

Minutos antes de iniciar la carrera, conversamos con mi compañero sobre la mente, el motor de vida. No podemos obviar la realidad de cada cual. Si hay un impedimento físico que no te permita la continuidad, está todo dicho, pero si el cuerpo te acompaña, la mente te llevará.

Y empieza la carrera. Una carrera en solitario a pesar de estar rodeada de gente. Hace frío. Todos me adelantan en esa prisa del principio repleta de energía. Creo un ritmo, lento, constante. La mente empieza a flaquear. Miro mis zapatos, los zapatos de Dani, que dicen «Just do it». Un paso: «just», otro paso: «do it», un ritmo, un mantra. Y me acuerdo de ti Dani, y de lo mucho que te gusta abrir y cerrar los armarios de la cocina de golpe: pam-pam, pam-pam… just-do it, pam-pam, pam-pam… y me acompañas, sin tu saberlo, a «golpe» de música, paso a paso… pam-pam, pam-pam… just-do it… tengo sed. Al poco tiempo llego al primer avituallamiento. Proveen gua y bebida isotónica. Tomo un vaso sin perder el ritmo… seguimos corriendo Dani, just-do it, just-do it… ahora tengo un poco de hambre y recuerdo que Joanna, mi hija, me dio una barrita de chocolate «king size», toda una gran donación por si mamá necesitaba una dosis de alegría en forma de azúcar. También me regaló su sonrisa, la sonrisa más bella del mundo, en la milla 11. Ella y papá, grandes «cheerleaders». ¡Un beso, un abrazo, chocolate, mantra… ¡Vamos Dani, vamos!… música en la calle, vecinos animando a los corredores, todo un chute para el ánimo… sigo corriendo, despacio, constante.
Dani, naciste para ser amado, no para hacer carreras. Pero, con mis piernas y tus zapatos, juntos acabamos la media maratón.

¡Gracias Dani!

Y a ti, Carlos S., por apuntarte a la Media. Sin un cómplice, no me hubiera atrevido.

Un abrazo sin prisas,

Luisa

Y cuando piensas que las condiciones no son óptimas, la vida te envía una señal para relativizar… él también acabó la carrera con sus «zapatos».