El proceso de compra/venta de una vivienda es diferente según el país donde nos encontremos.

Por ejemplo, en los EEUU (al menos en la zona que yo conozco) el agente inmobiliario colocará una especie de caja pequeña/seguro por la parte de afuera de la puerta principal, que contiene la llave de la casa y que se puede abrir con un código al que ellos tienen acceso. Cada vez que tengan una visita a la que mostrar la vivienda, no tienen más que acceder a la llave y ya pueden comenzar el «tour».

Lógicamente, cuando recibes una notificación en la que solicitan un «tour» de tu casa, uno se esmera en que la casa haga honor a optar ser fotografiada y publicada en la prestigiosa revista de decoración: limpiarelucienteyordenada.com (¡si existiera! 😉). El punto es, que uno vive un poco estresado, porque con una familia de cinco miembros, no se vosotras, pero por aquí, el desorden se consigue en tan solo unos segundos. Mochilas, zapatos, bolsas de deporte, sudaderas, carpesanos y libros van dejando huella en el recorrido de estos benditos niños por la casa, cual flecha amarilla en el camino de Santiago. ¿Es que no les educáis?, os preguntaréis… siiiiiiiiii, es la respuesta, pero aún no sabemos si pecan de cierta sordera, si las hormonas los tienen desubicados o si se han apuntado a un concurso Universal de: ¡Desordenar te hará popular! o algo así… en fin, sobre este tema podemos hablar otro día…

Pues bien, os cuento la circunstancia en la que nos encontramos en cierta ocasión. Teníamos la casa a la venta y ese fin de semana, había una alerta de tornado. Todas las conversaciones de la vida cotidiana se basaban en ser precavidos, comprar botellas de agua, comida no perecedera, pilas, llenar la bañera de agua, buscar el sitio más seguro de la casa para montar el campamento base, etc., etc. Claro, en una situación así, uno piensa que las probabilidades de que llamen para un «tour» brillen por su ausencia, ¿verdad? ¡Pues no señora! ¡Tenía que pasar! ¡Solicitaron una visita con dos horas de antelación, y como teníamos la casa en “modo relajado” respecto a salir bien en la foto, me tocó el hiperacelerado papel de recoger, esconder, recolocar, guardar y salir pitando con la cesta de la ropa para lavar en el maletero del coche!… Todo a cámara rápida. ¡Uf! ¡Qué forma de correr, querida! En ese momento me dije, ¿sabes qué?, vete a disfrutar de un rato de lectura y café!… no fue posible porque para el tiempo que llegué a mi destino cafetero e iba a depositar mis posaderas en el sillón, recibo un mensaje de cancelación de la visita-tour!… Nooooooo, diréis! ¡Pues si! así ocurrió… Pataleta mental y pensamientos de pitonisa (¡lo sabía-lo sabía y lo sabía!) fueron mis compañeros de café…

Pero la historia no acaba aquí. Una vez cancelada, como la alerta de huracán estaba cada vez más cerca, me dispuse a entrar los muebles del jardín dentro de la casa: una mesa (tuve que entrarla con ayuda), cuatro sillas, un ligero sofá, pequeña mesa auxiliar y algún detalle más… Y entonces, lo imposible, ¡ocurrió! Recibí otro texto solicitando una nueva visita. ¿En serio?… Dije que sí y para ese momento, «mi ayudante» ya se había marchado de casa, con lo cual abrí la puerta corredera del comedor, saqué a empujones la mesa, la deslicé por el césped (que no es deslizante), y la deposité en su lugar de origen, sudando y haciendo maniobras rollo «matrix» para que cupiese entre dos columnas más estrechas que ella. Yo, vista desde arriba, debía parecer la protagonista de una viñeta de TBO. Cuando ya lo tenía todo recolocado, me dispongo a salir de mi lindo hogar para dar paso a los potenciales clientes. Y, adivina, adivinanza… ¿qué intuís que pasó? ¡Exacto! ¡Volvieron a cancelar! Nooooooo, diréis! ¡Pues sí! así ocurrió. Esta vez sin pataleta, me dispuse a practicar ejercicio extremo consistente en: paciencia, paciencia, paciencia, paciencia, paciencia… seguro que ocurre por alguna razón. Y seguro que sí (el universo es sabio) … ¡aunque aún no la he descubierto!

Paciencia y amor, paciencia y amor, paciencia y amor, paciencia y amor… ¡mierrrrr…coles!

Un abrazo con «aires frescos»,

Luisa