Los recuerdos no envejecen. Reencontrarnos con los amigos de toda la vida después de largo tiempo sin vernos, coloca en nuestros ojos una lente permanente con brillo propio. Las experiencias compartidas se reproducen desde la palabra, desde la memoria, frescas, fuertes, presentes, como un salto en el tiempo.

Podemos haber evolucionado oblicua, perpendicular o paralelamente, no importa, porque con ellos sabemos que tenemos una intersección determinada. Una confianza incubada muy atrás, una placa de cultivo con raíces firmes que nos recuerdan lo bello que es vivir.

Reencuentros, baterías orgánicas que recargan el espíritu para continuar viviendo con entusiasmo en la creencia de un mundo mejor, poblado de gente buena, como tú.

Refrán
Al que nace martillo, del cielo le llueven los clavos.

Brindis
Por todas las personas que han dejado una huella en nuestra vida. Una huella de risas y diversión, una huella de conversación filosófica, una huella eléctrica o magnética o una simple huella en nuestro café. Por todos ellos, por todos nosotros…