Hace casi un año y medio que estamos juntas. Un tiempo en el que, exceptuando un par de ocasiones, hemos estado conectadas semanalmente. Os lo cuento para que sepáis lo importante que sois para mí y tengáis presente que, si en algún momento no llego a tiempo a visitaros a través de la pantalla, me queda el pendiente y me sabe mal «no cumplir» con el cometido que yo misma me he adjudicado felizmente en mantener nuestra relación constelada 🙂

¿Recordáis hace un par de semanas la publicación “Mi vida en el Bar”?
Hoy, escribo desde Barcelona. La ciudad condal. Mi ciudad natal.
Hoy, la ciudad herida.
Por siempre, la ciudad llena de vida.

No existen palabras de consuelo para describir los lamentables hechos que a veces sacuden nuestras vidas. Látigos de rabia. Lágrimas de impotencia. Aceptar que los grandes desequilibrios forman parte del equilibro no es fácil. Comprender lo incomprensible, un arte surrealista. Un tópico que roza la utopía.

A través de las gafas amarillas, la vida es bella.

«Nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira».

Con sus entrañables entrañas enredadas en ahogados suspiros, Barcelona vuelve a amanecer con un grito de «no tengo miedo».

La unión de las diferencias interseccionan en un banyo de humanidad.

La actitud, predisposición, colaboración y ayuda entre los ciudadanos del mundo que pisaban esta tierra, una píldora de euforia para continuar sembrando la paz. Desde uno mismo y hacia los demás. Hoy y siempre.

Un manto de amor para todas las familias que sufren el dolor de la perdida. En cualquier parte del planeta.

Un abrazo cálido e interminable,

Luisa

Amigas, estrellas, queridas todas,
Si algún día intentasen interferir en nuestra comunicación, si la magia de la tecnología no nos acompañase, recordemos que estamos juntas. Que son muchas las personas que caminan con la bondad como bandera. Siente nuestra mano amiga. Siente nuestra mano, amiga. Gracias por tu compañía.